lunes, 23 de mayo de 2016

Especies exóticas invasoras




Fuente:
APN- Comunicación - Parques Nacionales Argentina (23-mayo- 2016), Especies exóticas invasoras, disponible en https://www.youtube.com/watch?v=olS3OF0OYSo 

Cambio Climático: una ecuación compleja de resolver



El panorama actual es crítico, aunque los científicos dicen que está lejos de convertirse en el Apocalipsis como especulan los medios. Investigaciones revelan la situación particular de la Argentina, que ocupa el puesto 21 en el ranking de emisiones de gases de efecto invernadero.

Estos fueron los datos recopilados por la Tercera Comunicación Nacional sobre Cambio Climático en Argentina, presentada en la Conferencia sobre Cambio Climático que se llevó a cabo en París. (Elaboración del gráfico: Agencia CTyS)


Una a una, las fábricas empezaban a inundar el horizonte de la Inglaterra del siglo XVIII y cambiaban el escenario político y económico de todo Occidente para siempre. Pero a medida que la Revolución Industrial tomaba color y forma, la quema de combustibles fósiles inundaba de gases como el dióxido de carbono a la atmósfera y alteraba un delicado equilibrio natural… ¿para siempre?

“La causa central es el modelo de producción y consumo que se ha exacerbado en los últimos 50 años. Para sostener ese ritmo de vida, que está tanto en Occidente como Oriente, es imposible no consumir los distintos recursos naturales que el planeta ofrece y al mismo tiempo afectar el ecosistema, lo cual incluye a la atmósfera”, alerta Gabriel Blanco, ingeniero e investigador de la Universidad Nacional del Centro de la provincia de Buenos Aires (UNICEN).

Para Gabriel Blanco, "la causa central del cambio climático es el modelo de producción y consumo que se ha exacerbado en los últimos 50 años".

La variabilidad climática ya se puede percibir hoy a través del derretimiento de casquetes polares, sequías, aumento de precipitaciones y extinción de miles de especies, entre otras consecuencias. Y desde el ambiente académico hay cuestionamientos respecto a la toma de decisiones de los países que más emisiones producen.

“Hay actores que son crecientemente más protagonistas, como China- afirma Osvaldo Girardin, magíster en Política Energética y Ambiental e investigador del CONICET-. Debería haber compromisos cuantitativos más exigentes en algunos casos, pero muchos países no cumplieron o no mostraron colaboración: Japón se retiró de la segunda etapa del Protocolo de Kyoto, Canadá y Australia pusieron un montón de reparos…esos factores juegan todo el tiempo en la negociación”.

A este escenario se le suma además el rol de los medios que, según los científicos consultados por la Agencia CTyS, contribuyen de manera negativa al tratamiento del tema. Así, Blanco señala que los medios “no fueron capaces de introducir el tema ambiental en la agenda de la opinión pública” y Pablo Canziani, doctor en Física, cuestiona la óptica “amarillista y sensacionalista” que utiliza la prensa, visión en la que coincide Girardin.

"Los medios tienen un papel importante en términos de concientización, información y colaboración en cuanto a alertas o medidas de adaptación rápida ante las emergencias. Su tarea es esencial", asegura Girardin.

“Si planteamos al cambio climático como un fenómeno natural y que no podemos evitarlo, entonces no hay responsabilidad de personas que toman decisiones erróneas”, asevera el especialista en Política Ambiental y agrega: “Los medios tienen un papel importante en términos de concientización, información y colaboración en cuanto a alertas o medidas de adaptación rápida ante las emergencias, su tarea es esencial”. 

Medio grado más

Durante miles de millones de años, el planeta tenía sus procesos naturales de calentamiento: los rayos del sol rebotaban en la superficie terrestre y luego eran “atrapados” por la atmósfera, generando el famoso efecto invernadero. Pero la llegada del hombre favoreció la acumulación de ciertos gases – como el dióxido de carbono, que se genera ante la quema de combustibles fósiles- que aceleraron este proceso. Allí comenzó el cambio….y comenzaron los problemas, de los que la Argentina no está exenta.

“En los últimos 50 años, en el país la temperatura aumentó entre medio y un grado. Entre otros cambios, aumentaron las precipitaciones en el este y otras áreas, pero disminuyeron en la zona de los Andes”, señala Carolina Vera, doctora en Ciencias de la Atmósfera y vicepresidenta del Grupo de Trabajo I del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC). “A su vez, en provincias como Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán o Salta suele haber una secuencia larga sin lluvia en invierno, pero en las últimas décadas esos períodos se han extendido y las proyecciones indican que lo seguirían haciendo”, alerta.

"En los últimos 50 años la tendencia en Argentina es que aumentaron las precipitaciones en el este del país y otras zonas, pero disminuyeron en la zona de los Andes", alerta la doctora Carolina Vera.

Estos y otros resultados fueron producto del trabajo que Vera realizó junto a su equipo de investigación en el marco de la Tercera Comunicación Nacional sobre Cambio Climático, organizada por la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación y presentada en la Conferencia sobre Cambio Climático que se lleva a cabo en París.

Este trabajo articulado tuvo dos grandes componentes: el Inventario y la Mitigación, por un lado, y la Adaptación y la Vulnerabilidad, por el otro. Dentro del Inventario calcularon los gases de efecto invernadero que produce Argentina: el 43 por ciento corresponde a la Energía, el 28 por ciento a la Agricultura y Ganadería, el 21 al cambio del uso del suelo, el 5 a residuos y el 3 a procesos industriales, como la producción de metales e hidrocarburos.

Dichos niveles de emisión hacen que Argentina contribuya con el 0,88 por ciento al total mundial de gases y se ubique en el puesto 21, tabla que tiene a Estados Unidos y China a la cabeza. Ante este escenario, los científicos consultados sostienen que todas las actividades del hombre necesitan un replanteo en materia de cambio climático.

Así, Girardin explica que el sector agrícola-ganadero aporta óxido nitroso a partir de la producción de algunas oleaginosas y metano, señalado también por el doctor Pablo Canziani y que se genera a partir de la descomposición de materia orgánica. “También hay que tener en cuenta el cambio en el uso de suelos y la utilización de biocidas, que son sustancias químicas que destruyen organismos y que afectan a la flora que fija el dióxido de carbono”, amplía Canziani, investigador del CONICET y quien además fue integrante del Panel Internacional del Cambio Climático.

"Hay que tener en cuenta el cambio en el uso de suelos y la utilización de biocidas, que son sustancias químicas que destruyen organismos y que afectan a la flora que fija el dióxido de carbono", alerta el doctor Canziani.
¿Y qué pasa con el cambio en el modelo energético? Blanco señala que uno de los principales problemas es que para transformar ese ritmo de vida se deben hacer grandes cambios en el escenario político, económico y financiero de cada país. “Hay dos visiones, una dice utilizar más tecnología para lograr eficiencia energética y otra dice que hay que ‘parar la pelota’ y bajar la velocidad. Yo creo que es un poco de ambas, el problema es que tenés que bajar el ritmo y al mismo tiempo seguir brindando bienes y servicios a millones de personas”, aclara.

Girardin advierte que cualquier medida que se adopte, siempre generará mayores perjuicios para distintos sectores. “Los que toman decisiones saben que detrás de todo esto está la competitividad a largo plazo de las distintas economías. Hay países que cambiaron su matriz energética, como Gran Bretaña. Pero por motivos políticos, no ambientales, y porque pueden asumir esos compromisos con menores costos relativos para sus economías, cosa que no pasa en todos los países”, destaca el docente del FLACSO e investigador de la Fundación Bariloche.

En este sentido, Blanco señala que la cuestión financiera no es un detalle menor a la hora de atenuar impactos y buscar posibles soluciones. “La Convención de las Naciones Unidas establece como compromiso para los países en desarrollo un monto de cien mil millones de dólares por año, pero el problema ahí es cómo se va a canalizar. A su vez, todo aquello que sea imponer impuestos a los países y que no sea por iniciativa propia no suele tener buenos resultados”, especifica.


Un diálogo complejo

En Argentina, el objetivo es una reducción incondicional del 15 por ciento para 2030, que puede trepar al 30 por ciento si se cuenta con financiamiento para innovación tecnológica. Este acuerdo se logró a partir de las reuniones que la Secretaría de Ambiente mantuvo con representantes del sector público, el sector privado, la sociedad civil y la comunidad científica.

Para Girardin, más allá de una posible articulación entre científicos y políticos, siempre son éstos últimos los que terminan tomando las decisiones. “El rumbo cambia de acuerdo a cada gobierno y además hay que tener en cuenta que el tema ambiental sube o baja en la agenda política de acuerdo al contexto. En 2001, a nadie se le habría ocurrido poner como prioridad el tema climático, éste sólo aparece con las catástrofes y eventos extremos”, ejemplifica.

Con respecto a la XXI Conferencia Internacional sobre Cambio Climático, que se realizó en París del 30 de noviembre al 11 de diciembre, Blanco considera que, más allá del "acuerdo histórico", es necesario que cada país adopte mayores niveles de compromiso, por lo que aún queda mucho por hacer. "Se pidió que para el 2018 cada nación vuelva a presentar contribuciones más ambiciosas. Es decir, a medida que vayan ejecutando los planes propuestos vaya repensando y mejorando sus modelos, para llegar a los objetivos de no pasar los dos grados de aumento de temperatura global", especifica el investigador.

Girardin, por su parte, pone la lupa en el factor histórico en relación a los gases de efecto invernadero y sostiene: “El problema del cambio climático se relaciona con las emisiones actuales pero en mayor medida con las emisiones pasadas y la concentración atmosférica de estos gases, algunos de los cuales puede llegar a permanecer más de 200 años. Hay una inercia de las decisiones pasadas sobre el escenario actual y a la vez un desfasaje entre lo que se decida hoy y el futuro".

Vera, asimismo, señala que uno de los puntos más controversiales siempre ha sido el principio de las responsabilidades comunes pero diferenciadas. “Los países emergentes reclaman que se tienen que hacer cargo los países que empezaron a emitir antes, mientras que éstos últimos dicen que lo importante es el ‘ahora’. A su vez, los países que no están desarrollados son los que más sufren el efecto del cambio climático, ya que los impactos que experimentan son mayores por sus altos niveles de vulnerabilidad social”, concluye la científica del Centro de Investigaciones del Mar y de la Atmósfera (CIMA).


Nicolás Camargo Lescano (2015-12-04), Agencia CTyS, Cambio Climático: una ecuación compleja de resolver, disponible en 

miércoles, 18 de mayo de 2016

Descubren ave gigante de 50 millones de años en la Antártida

CON LA MAYOR ENVERGADURA ALAR DE LA QUE SE TENGA REGISTRO
Descubren ave gigante de 50 millones de años en la Antártida


Superaba cómodamente los seis metros de extensión con sus alas abiertas. Podía recorrer grandes distancias sobre los mares y cazaba peces durante vuelos rasantes. Sus restos fueron encontrados por paleontólogos argentinos cerca de la base Marambio.


Hubo una época de gigantes en el continente que ahora está cubierto de hielo, puesto que allí los pelagornítidos -así se llamaban estas aves que alcanzaron dimensiones descomunales y tenían un aspecto semejante a los actuales albatros- llegaron a convivir, también, con pingüinos que podían superar los dos metros de estatura.





El paleontólogo y actual director del Museo de Historia Natural de La Pampa Marcos Cenizo comentó a la Agencia CTyS-UNLaM que “la longitud del húmero de este ejemplar antártico es algo mayor que la del Pelagornis sandersi, que era el ave con mayor envergadura alar de la que se tuviera registro hasta el momento y que había sido dada a conocer el año pasado por investigadores norteamericanos”.

Este grupo de aves llegó a distribuirse por todo el mundo poco tiempo después de la extinción de los dinosaurios. “La forma de sus alas les permitía planear y atravesar grandes distancias sobre los océanos; además, tenían huesos muy livianos y tomaban altura aprovechando las corrientes de aire, casi como si fueran un barrilete”, explicó Cenizo, especialista en aves y uno de los autores del estudio publicado en la revista científica Journal of Paleontology.


Los restos de este espécimen gigantesco descansaron durante años en los anaqueles del Museo de La Plata (MLP). “En la campaña antártica del verano de 2014, se encontró el húmero de un pelagornítido y ello nos motivó a revisar todos los materiales acumulados de este grupo, entre los cuales se encontraba este ejemplar gigantesco”, aseveró Cenizo.


“Ahora, sabemos que en la Antártida existieron dos grupos de pelagornítidos: uno de ellos estaba compuesto por aves que no superaban los 5 metros de envergadura alar, mientras el otro tenía representantes gigantes que podían alcanzar entre seis y siete metros”, detalló la doctora Carolina Acosta Hopitaleche. Y anticipó: “En el último verano, encontramos más fósiles que permitirán incrementar el conocimiento que tenemos sobre estas especies”.

Cenizo agregó que “hay evidencias de que, hace 50 millones de años, se inició un período de calentamiento de la temperatura de los océanos, el cual provocó seguramente una gran productividad biológica de los mares antárticos y permitió que los pelagornítidos y los pingüinos tuvieran alimento suficiente para poder desarrollar tamaños tan gigantescos”.

Para sujetar su alimento, los pelagornítidos tenían unos pseudodientes. “Se trataba de unas expansiones óseas en sus picos, pero no tenían la capacidad de mordida de aquellos pingüinos gigantes con los que convivieron, ya sus huesos del rostro no estaban preparados para tener mucha resistencia; posiblemente, tenían una alimentación parecida a la de un pelícano actual, que se abastece de animales blandos, como calamares o peces”, observó la investigadora Acosta Hospitaleche del MLP y del CONICET.


Estas grandes aves se extinguieron hace unos 3 millones de años y tuvieron una gran influencia en sus ecosistemas, no solo porque eran de gran tamaño, sino porque también habrían sido bastante abundantes. “Es posible que formaran colonias en zonas alejadas de los depredadores, como en pequeñas islas o islotes, de forma similar a lo que acostumbran actualmente los albatros y otras grandes aves marinas; y aun no existían las focas ni los lobos marinos para competir con ellos por el alimento”, describió Cenizo.

El doctor Marcelo Reguero, investigador del MLP y director de las campañas paleontológicas del Instituto Antártico Argentino, valoró: “Gracias a las expediciones que realizamos todos los años, tenemos una reconstrucción ambiental bastante acertada de cómo eran las formaciones llamadas la Meseta y la Submeseta, ubicadas en cercanía a la base Marambio y que cubren el lapso que abarca desde los 50 millones de años de antigüedad hasta los 35 millones de años aproximadamente”.


“Había allí un ambiente costero, poblado de muchas especies de pingüinos y gaviotas, y muy próxima a esa costa había un ambiente boscoso habitado por comadrejitas, marsupiales del tamaño de un ratón, ungulados ya extintos del tamaño de una oveja y allí también encontramos hace poco al falcónido más antiguo del mundo”, enumeró Reguero a la Agencia CTyS-UNLaM. Y compartió: “En tanto, en los mares, vivían tiburones, ballenas primitivas y muchos invertebrados”.
Los gigantes descubiertos por investigadores argentinos

Este pelagornítido de más de seis metros de envergadura alar se suma al listado de gigantes hallados por paleontólogos argentinos. En 2010, la doctora Carolina Acosta Hospitaleche dio a conocer al pingüino más grande del que se tenga registro, el cual superaba los dos metros de altura.


De estatura semejante era el oso gigante que vivió hace no más de un millón de años cerca de donde hoy se ubica la ciudad de La Plata y que fue descubierto por el doctor Leopoldo Soibelzon del MLP en 2011. Y si de gigantes hablamos, debemos mencionar al dinosaurio más grande de todos los tiempos, que midió cerca de 40 metros y cuyo estudio encabeza el doctor José Luis Carballido del CONICET y del Museo Egidio Feruglio.

En tanto, el pelagornítido hallado en la Antártida cuenta con la mayor envergadura alar de la que se tenga conocimiento. “Sin embargo, era un ave extremadamente ligera para su tamaño, casi como una pluma, que solo pesaba unos 30 o 35 kilos como máximo”, consideró Marcos Cenizo. Y comparó: “En el año 1979, los investigadores Eduardo Tonni y Rosendo Pascual hallaron en La Pampa un ave gigante a la que llamaron Argentavis magnificens y que, si bien tenía menor extensión con sus alas abiertas, era mucho más robusta y la superaba en peso”.

Al respecto, Cenizo aclaró que “sería como cotejar a un albatros con un cóndor: el albatros tiene mayor envergadura alar, pero el cóndor es mucho más pesado y, de la misma manera, la masa del Argentavis era considerablemente mayor a la de los pelagornítidos gigantes”.

Consultado sobre qué extensión alar pudo haber tenido el ave gigantesca hallada en la Antártida, Cenizo estimó: “No tenemos su esqueleto completo para poder ser precisos, pero el pelagornítido más grande conocido anteriormente medía 6,40 metros con sus alas abiertas con un cálculo conservador, en tanto que el ejemplar que estudiamos nosotros tiene el húmero un poco más grande y éste es un hueso bastante confiable para determinar el tamaño alar en las aves”.

Fuente: 


Para los que deseen leer el trabajo mencionado en esta publicación del Journal of Paleontology pueden hacerlo con el siguiente enlace

Marcos Cenizo, Carolina Acosta Hospitaleche and Marcelo Reguero, Journal of Paleontology, September 2015, Diversity of pseudo-toothed birds (Pelagornithidae) from the Eocene of Antarctica, pp 870-881


martes, 10 de mayo de 2016

Desarrollan una suerte de "evatest" para detectar glifosato

Un equipo de la UBA diseñó el Glifotest, un dispositivo que detecta la presencia del agroquímico en muestras de agua, suelos, alimentos o productos agrícolas. Funciona con la misma lógica de un test de embarazo y puede ser manipulado por cualquier persona, sin necesidad de un experto.



Carolina Vespasiano (Agencia CTyS – UNLaM) En octubre de 2015, un equipo de científicos de la Universidad Nacional de La Plata encontró –sin buscarlo- glifosato en gasas, toallas femeninas y tampones, entre otros productos de higiene. La noticia causó impacto en los medios, pero no fue novedad en los pueblos afectados por su uso: el algodón estaba igual de contaminado que el aire, el agua, el suelo y la orina de los consumidores.

Ese mismo año, un equipo integrado por docentes y alumnos de la Facultad de Agronomía de la UBA desarrolló el Glifotest, un dispositivo que, con la misma lógica de los test de embarazo tradicionales, determina la presencia de glifosato en sustratos diluidos en agua a partir de una bacteria modificada genéticamente.

El docente e investigador a cargo del proyecto, Lic. Pablo Peralta Roa, dialogó con Agencia CTyS-UNLaM acerca de esta iniciativa que nació a partir de TECNOx, la competencia sobre biología sintética llevada a cabo en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, donde obtuvieron una mención por el trabajo en comunidad.

“La biología sintética –apunta el investigador- es la ciencia y la técnica que se encarga de diseñar y construir bloques de genes que confieran a organismos características y funciones nuevas, que no existen en la naturaleza”. Esta disciplina, que recientemente comenzó a desplegarse en el campo científico argentino, les permitió embarcarse en el diseño de un test de detección de glifosato, que funciona mediante una coloración diferencial de bacterias Escherichia coli modificadas genéticamente.

“Se trata de un kit en el que uno tiene la bacteria deshidratada fijada en una tira reactiva -de plástico o de papel- que se torna de un azul intenso al colocarla en una solución que contiene glifosato como contaminante”, apunta Peralta Roa y agrega que el proyecto se encuentra en fase experimental.

A futuro, el equipo planea una versión más compleja de este dispositivo que no solo pueda detectar glifosato, sino también el nivel de su concentración a partir de distintos colores, en la sustancia que se quiere evaluar.

Para lograr la detección de glifosato, los investigadores seleccionaron una bacteria Escherichia coli y la modificaron genéticamente agregándole dos genes de otros microorganismos que actúan en serie. El primero, participa en la ruta de degradación del glifosato “cortándolo” en 2 productos.

El segundo gen reacciona ante la presencia de uno de estos productos produciendo un pigmento que tiñe a la bacteria de un azul intenso que se puede observar a simple vista. Si no hay glifosato en la solución, la bacteria permanece con su aspecto normal, de color blanco amarillento.

Un beneficio adicional de la innovación es que cualquier persona puede manipular el kit. Así lo explica Peralta Roa: “Hoy en día, si uno tiene sospecha de que algún alimento, agua o material puede llegar a tener glifosato, tendría que tomar una muestra y dirigirse a un laboratorio de bioquímica, en el que se necesita no sólo de un equipo especializado que permita detectar glifosato sino también de profesionales especializados que sepan manejar tal equipo. Con este detector, en cambio, cualquier persona podría tener la herramienta al alcance de su mano, llevarlo al arroyo que le genera inquietud o probarlo en su casa con los materiales que le generan dudas de una probable contaminación”.

Como los diferentes inventos expuestos en TECNOx, pensados para la paliar distintas problemáticas sociales concretas, el proyecto es un ejemplo de las prometedoras posibilidades que se abren en el terreno de la biología sintética, un espacio que cobra fuerza en Argentina –y en toda Latinoamérica- en distintas disciplinas.

El equipo de investigación se completa con los estudiantes Evelina Caparros Frentzel, Ximena Romano, Victoria de la Paz Bernasconi Torres, Daniel Franck, Luis Francisco Magni, Guillermo Saá, Lautaro Castro y el Dr. Sergio Ghio como co-coordinador.


Carolina Vespasiano  (2016-05-10), Agencia CTyS – UNLaM, Desarrollan una suerte de "evatest" para detectar glifosato, disponible en http://www.ctys.com.ar/index.php?idPage=20&idArticulo=3267

sábado, 7 de mayo de 2016

La historia del carpincho

Este trabajo relata la vida del carpincho desde diferentes perspectivas y fue realizado en el año 2015 por los alumnos de 1er año de la EEST Nº1 junto a su profesora Alicia Andechaga en la materia Ciencias Naturales y expuesto en la Muestra Anual del colegio.

Se partió de una plantilla guía





Entre todos, de forma colaborativa, desde el aula y la casa (si fuera necesario) se completó... no fue fácil, hubo que volver a hacer, porque un compañero borró o por otra causa...


PERO EL ESFUERZO DIO FRUTOS




No todos trabajaron a tiempo, y después hicieron su aporte








martes, 3 de mayo de 2016

Osos y aves gigantescos: las últimas novedades de la mano de paleontólogos del CONICET


En el mes de abril (2016) coincidieron las publicaciones de dos importantes hallazgos con participación de investigadores de nuestra ciudad

Carolina Acosta Hospitaleche - Leopoldo Soibelzon

Las últimas semanas trajeron curiosas noticias paleontológicas que contaron con la participación de científicos del CONICET en el Museo de La Plata: por un lado, que los gigantescos osos que hace más de 10 mil años habitaron los hemisferios sur y norte no eran parientes tan cercanos como se creía y, por el otro, que definitivamente en la Antártida existieron los pelagornítidos, aves de 7 metros de ancho que tuvieron su apogeo hace 35 millones de años. Ambas novedades se dieron a conocer en las revistas Biological Letters y Journal of Paleontology, respectivamente.

Un caso de convergencia morfológica

En cuanto a los osos las noticias son dos: la aplicación con éxito de una técnica de biología molecular utilizando ADN antiguo que más de una vez se había intentado de manera infructuosa y, además, el resultado en sí mismo, que viene a contradecir a la hipótesis reinante sobre el parentesco de los úrsidos, tal el nombre científico de la familia a la que pertenecen estos mamíferos. Según la bibliografía vigente hasta el presente, los dos géneros que vivieron en América del Sur y en América del Norte, Arctotherium y Arctodus, tuvieron un antecesor común y luego se diferenciaron. Sin embargo, a la luz de los nuevos análisis filogenéticos, es decir, acerca de sus relaciones evolutivas, ahora se sabe que surgieron de manera independiente, cada uno en un hemisferio distinto.

“Lo que se pensaba era que ambos formaban parte de un mismo grupo, y que luego las condiciones de cada lugar los llevaron a diferenciarse en dos géneros. Eso no fue así; directamente pertenecían a grupos distintos. Es decir, creíamos que eran hermanos, pero vemos que son más bien primos”, explica Leopoldo Soibelzon, investigador independiente del CONICET y uno de los autores de la publicación. El fundamento de aquella hipótesis siempre fue el parecido que tenían a nivel morfológico. Tanto Arctotherium como Arctodus fueron animales enormes que llegaron a pesar mil kilos y a medir 4 metros y medio estando erguidos. “Nosotros no nos damos una idea de estas proporciones, porque no estamos acostumbrados a convivir con osos, pero han sido ejemplares realmente espeluznantes”, apunta.

¿Y por qué guardaban semejanzas a cada lado del planeta si resultaron no estar tan emparentados? “Con este descubrimiento, podemos deducir que tiene que haber sido debido a factores externos como la disposición del alimento y la presencia de otros carnívoros. Evidentemente, en ambas regiones geográficas la configuración de los ecosistemas fue parecida, y en su evolución los llevó a adquirir características similares, en lo que se denomina ‘convergencia morfológica’”, detalla Soibelzon.

En un principio estos grandes mamíferos sólo existían en América del Norte, y comenzaron a llegar al sur hace unos 3 millones de años durante el Gran Intercambio Biótico Americano, como se conoce a la migración de diferentes especies a través del istmo de Panamá cuando los continentes se unieron. En esta parte del mundo se encontraron con una fauna muy variada de herbívoros que no contaba con carnívoros de gran tamaño, y por lo tanto probablemente la competencia por el alimento era muy baja, lo cual les permitió alcanzar las enormes dimensiones que los caracterizaron. “Al mismo tiempo, los que quedaron en su lugar de origen también se tornaron gigantescos, pero como consecuencia de presiones ambientales en aquellas latitudes”, reflexiona el paleontólogo.

Estos animales vivieron en América del Sur hace entre 2 millones y 10 mil años, cuando desaparecieron como tales. Y es que a lo largo de su evolución, las especies dentro de Arctotherium tendieron a hacerse cada vez más pequeñas y a adquirir hábitos herbívoros. En la actualidad el género está representado únicamente por Tremarctos ornatus, conocido como oso de anteojos, con ejemplares que alcanzan un peso máximo de 125 kilos de alimentación omnívora pero con un alto contenido de vegetales en su dieta.

Los análisis que derivaron en estas conclusiones se realizaron en Australia a partir de un fémur hallado en la Cueva del Puma, al sur de Chile, donde el estado de conservación del hueso permitió extraer colágeno de su interior, la única molécula a través de la cual se puede obtener información genética de fósiles tan primitivos. “En nuestro país, restos de estos animales han aparecido en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, San Luis, Entre Ríos y Catamarca, pero las condiciones de preservación no han sido favorables y por ende nunca fue posible aplicar técnicas de ADN antiguo”, añade el investigador.

Aves marinas presentes en el polo sur

La otra novedad paleontológica consiste en el hallazgo en territorio antártico de restos de pelagornítidos, aves marinas extintas cuya existencia en esa parte del mundo se sospechaba pero no terminaba de confirmarse. Estos pájaros primitivos se caracterizaban por su gran tamaño y por poseer pseudo dientes en el borde del pico. Si bien se conocía su presencia en otras partes del planeta, hasta ahora la evidencia recogida en el continente blanco no permitía asegurar que también allí se hubieran establecido. Finalmente, se acaba de comprobar que sí lo hicieron, y durante muchísimo tiempo: entre 34 y 50 millones de años atrás, durante el Eoceno de Antártida.

“Los estudios también nos revelan que hubo al menos dos especies de pelagornítidos: unos grandes, de 5 metros de ancho con las alas abiertas, y otros gigantes, con hasta 7 metros en la misma medida”, cuenta Carolina Acosta Hospitaleche, investigadora independiente del CONICET y participante de la investigación. Estas aves, señala la especialista, coexistieron en esa parte del planeta junto con pingüinos y albatros, pero no se adaptaron tan exitosamente como aquellos a los cambios del medio ambiente, y desaparecieron 2 millones y medio de años atrás. Su apogeo, en tanto, había sido muchísimo tiempo antes: hace unos 40 millones de años, mientras no tuvieron competidores directos.

“Su característica principal era tener pseudo dientes o dientes falsos, que en realidad eran prolongaciones óseas en la punta del pico que los ayudaban a sostener el alimento”, describe Acosta Hospitaleche, y continúa: “No capturaban presas sumergidos bajo en el agua, como hacen los pingüinos, ya que su mandíbula no tenía fuerza suficiente para ejercer semejante presión. Lo hacían, en cambio, con un vuelo rasante, atrapando peces en la superficie”. Cabe destacar que en aquellos remotos tiempos el clima en la Antártida no era polar como en el presente. “De hecho no estaba cubierto de hielo e incluso había bosques, similar a las condiciones actuales de la provincia de Tierra del Fuego. Era más bien templado frío”, apunta.

Los estudios comparativos que dieron lugar a la presente publicación se realizaron en el Museo de La Plata principalmente con restos de picos y húmeros –huesos que permitieron medir las alas- hallados en campañas antárticas de hace tres años. También se utilizaron algunos materiales guardados en la colección en la última década y media. “Este verano estuvimos allá nuevamente y recolectamos gran cantidad de fósiles, con lo cual en los próximos meses nos abocaremos a su análisis para tener más información al respecto”, cuenta la especialista.

Teniendo en cuenta la extraordinaria antigüedad de los restos, Acosta Hospitaleche enfatiza las complicaciones a la hora de estudiarlos, especialmente “debido a que no se trata de esqueletos completos, con lo cual las comparaciones son sólo parciales, algo que dificulta la asignación de los fósiles a las especies ya conocidas, o la posibilidad de proponer otras nuevas”, según sus palabras.

Fuente: 
Mercedes Benialgo (28-04-2016), Osos y aves gigantescos: las últimas novedades de la mano de paleontólogos del CONICET, CONICET-La Plata, disponible en http://www.laplata-conicet.gov.ar/osos-y-aves-gigantescos-las-ultimas-novedades-de-la-mano-de-paleontologos-del-conicet-2/